El evangelio (del griego εὐ, que significa «bien», y αγγέλιον, que significa «mensaje» y en el Hebreo
בשורה, que significa «noticia», y טובה, que significa «buena») es la
buena noticia del cumplimiento de la promesa hecha por Dios a Abraham,
Isaac y Jacob de que redimiría a su descendencia del pecado (Hch. 13:32)
por medio de la muerte de su Hijo unigénito Jesús (Gen. 22:2, Sal.
130:8, Sal. 2:7), quien moriría en expiación
por el pecado de toda la Humanidad (Isa. 53:10) y resucitaría al tercer
día (Sal. 16:10) para dar arrepentimiento y perdón de los pecados a
todo aquel que crea en él (Luc. 24:47). David profetizó que Jesús
resucitaría al tercer día sin ver corrupción (Sal. 16:10); todos sabemos
que David murió y su cuerpo vio corrupción (1 R. 2:10) y la tumba de David está en el Monte Sion,
pero Jesús resucitó al tercer día (Mar. 16:1-6) cumpliendo la profecía
de su resurrección y su tumba está vacía y es conocida como el Santo Sepulcro. Este es el evangelio que predicaban los primeros discípulos de Jesús (1 Cor. 15:1-12).
El cumplimiento de la promesa de Dios, o evangelio, fue escrito por
los primeros discípulos judíos en los evangelios, que son los escritos
que recogen las primeras predicaciones de los discípulos de Jesús de Nazaret y cuyo núcleo central del mensaje es la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. En un sentido más general, el término evangelio puede referirse a los evangelios. En ese sentido, existen cuatro evangelios contenidos en el Nuevo Testamento de la Biblia cristiana, llamados Evangelios canónicos,
reconocidos como parte de la Revelación por las diferentes confesiones
cristianas. Son conocidos con el nombre de sus supuestos autores: Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
La mayoría de los expertos considera que estos cuatro evangelios fueron
escritos entre los años 65 y 100 d. C., aunque otros académicos
proponen fechas más tempranas.
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